domingo, 12 de julio de 2009

CRONICA DE UN SIMULACRO

Hoy tenemos simulacro de evacuación en la oficina.

Suenan las campanas de una iglesia cercana. Son las 8.30 y salgo de casa, la hora de costumbre,fiel a la rutina que impone la vida en la gran ciudad. Hace calor; unos operarios se encuentran soldando el sumidero que atraviesa una de las calles de la urbanización.

Nada impide a un vecino que camina apresurado, ajeno al bochorno mañanero, pasar a su lado sorteando el abanico e chispas que buscan su acomodo en su traje Emidio Tucci recién adquirido ¡al 50%! en las rebajas de la crisis, en unos grandes almacenes.

Saludo a Manolo, nuestro eficiente guarda, todo un ex-legionario; me dispongo a cruzar la calle para coger mi coche cuando una gran masa verde pasa delante de mi como una centella. ¿Será acaso uno de esos famosos brotes verdes de los que se habla en la televisión?.

Acierto a distinguir e la lejanía que en realidad se trata de un camión hormigonera de una cementera próxima el que ha pasado a toda velocidad por el paso de peatones.

Por un momento pienso en las personas que puedan perder la vida en accidente yendo a trabajar. ¡Bah!, qué tontería, total, en España sólo muere una persona al día por este motivo. Recompuesto del susto, cojo el coche y me adentro en el descomunal atasco de todos los días.

En el primer semáforo, reparo en el autobús que me precede y cuyo trasero se adorna con el anuncio dela nueva campaña de prevención de riesgos del Gobierno Regional de Turno: "la seguridad nos une", reza el lema con alarde tipográfico acompañando una fotos de anónimos modelos, eso si, muy bien parecidos, que visten ataviados con diferentes equipos de protección individual -muy original, pienso-.

Medtando acerca de las posibilidades que como ayudas directas a las empresas podrían realizarse con la cantidad de 16 miloones de euros del monstante de la Campaña que también se pasean por la city, me sorprende observar, al adelantarlo,como el conductor apura las caladas de un cigarro rubio de una marca que bien podría ser el próximo blanco de su espacio publicitario; a fin de cuentas, no me debería escandalizar un hecho tan habitual de ver en los conductores de reparto de mercancías a cualquier hora del día.

Ya son las 8,45. En la radio, el boletín de noticias anuncia el caso de un panadero boliviano, sin contrato, que ha perdido el brazo triturado por una máquina amasadora, al que han abandonado a su suerte en la puerta de un hospital y pienso: ¡Mira que si lo hubieran dejado desangrarse en la panadería!. Qué detalle.

Por fin llego a la oficina. Emilio, el conserje,no está en la recepción del edificio a la hora de entrada del personal.

¡Y yo que quería preguntarle si se confirmaba el simulacro!, ya que el año anterior se había desprogramado por la propiedad del edificio, sin previo aviso a los inquilinos.

Juan, su ayudante, me indica exhibiendo su ortodoncia último modelo:

- Se ha ido a desayunarse su café con churros de cada día, que trabajar con el estómago vacío es una puñeta, ya lo sabe Vd.

En fin, mantengamos la calma. No hay de que preocuparse; en definitiva, el factor principal de un simulacro es la sorpresa, que un incendio no avisa, ¡qué estás dormido!.

A las 12,10 h, diez minutos más tarde de lo programado, suenan las alarmas contra incendios y equipados con nuestros chalecos reflectantes (en realidad son los sobrantes de su flota de vehículos con los que generosamente nos ha obsequiado nuestro proveedor de renting), nos apresuramos a organizar la evacuación del personal conforme a lo indicado en nuestro Plan de Emergencia.¡Qué excitación!.

Como Jefe de emergencia, debo salir en último lugar y asegurarme que no quede nadie en las oficinas. Es verano, y aunque disponemos de aire acondicionado, por el exceso de concentración de personas para el espacio disponible, muchas de las ventanas están abiertas para dejar entrar algo de aire.

Me dispongo a cerrar la última de las ventanas y veo a Jaime, nuestro Director Financiero, sentado tranquilamente en su despacho:

- Jaime, ¿no has oido las alarmas? pregunto ignorante de si padece algún problema auditivo ya que renunció a realizar el reconcoimiento médico que le ofrecó la empresa a principios de año.

- Sí, pero es que estoy cerrando la facturación y no puedo distraerme- contesta muy solemnemente.

Me apresuro a salir al rellano de la escalera para dirigir la evacuación de quienes vienen de la planta superior, cruzando la recepción de la oficina donde veo s Sara, nuestra guapa recepcionista, hablando por teléfono.

- Sara, ¿no ha oido las alarmas?
- Sí, pero me ha llamado el Director General, y me ha dicho que me quedara atendiendo la centralita.

Ya en el vestíbulo, aún baja gente de los pisos superiores; lo hacen en grupos, charlando amigablemente. Observo a Susana, diez años en la empresa en Contabilidad, que baja tranquilamente leyendo el diario gratuito que le han dado en el Metro por la mañana, en compañía de Ana, miembro del equipo de emergencias asignado a la evacuación de la planta cuarta. Al verla sin chaleco reflectante, le inquiero:

- Ana, ¿y tu chaleco?.
- Se me ha olvidado en casa, responde con voz trémula.

12.30 h. Acaba el simulacro. Resultado: 2 muertos.

El resto del día transcurre tranquilo y sin sobresaltos. Sólo una llamada desde uan delegación de Bracelona para comunicar un "incidente sin importancia" en una empresa cliente: dos operarios se cayeron con una jaula de seguridad desde una altura de 6 metros.

- ¿Cómo fue, Mercé?
-Nada, un conductor de una carretilla elevadora que hacía ocasionalmente las funciones del mozo, que en ese momento era el que conducía el toro sin permiso, y el supervisor de turno que había acudido a echarles una mano, se han subido con una jaula sin anclaje ni arnés, con tan mala suerte, que se han caído desde lo alto de una estantería.
-Y ,¿ qué les ha pasado?, le pregunto intrigado.
-Nada importante. Uno se ha fracturado la pierna y el otro tiene un golpazo en la cabeza, pero estate tranquilo, que he hablado con la Mutua y me han confirmado que han calificado el accidente como leve.

¡Menudo alivio!. Son las 19.30 h, hora de volver a casa. El hervidero de teléfonos y voces se ha tornado en un silencio plácido que se ha apoderado del lugar. Estoy deseando ver a Lucía; hoy cumple seis mesecitos.

Un panel indicador marca 36 grados cuando atravieso la rotonda próxima al parque temático cercano a nuestra urbanización. Otra noche sin pegar ojo, pienso.

El brillo del sol se refleja como un espejo sobre las cabezas sudorosas de un grupo de inmigrantes, africanos a juzgar por su aspecto , operarios de limpieza del ayuntamiento según leo en sus chalecos (eso sí,reflectantes), que se afanan por rastrillar, entre nubes de polvo, los rastrojos que ha dejado la seca primavera.

En la radio, nuestro flamante Presidente, responde a los periodista que asisten a la Asamblea de Naciones Unidas:"somos un gran pais,lleno de oportunidades para todo el mundo".

20,15 h. Llego a casa. Lucía me dedica una tierna sonrisa en la puerta.

Mañana será otro día.